13:45 de la tarde. Día sábado. Tanto que hacer, pero sin ánimos para concretarlo. La semana fue redonda, tanto así que hasta no lo creo. Este tipo de cosas no me pasan a mí, ese es el pensamiento que tengo ahora, y todos los días. Ahora recuerdo todas las noches de llanto que he tenido durante este año y medio o incluso más, y escuchar la voz de mi mamá decir: "ya llegarán cosas buenas". Siempre que lo decía lo sentía como un consuelo, de esas frases típicas para dar ánimos a la gente triste; pero lo cierto es que sí pasa. A la gente buena, le terminan pasando cosas buenas después de todo. Viví 2 meses de constante estrés gracias a una experiencia práctica en donde 75 personas sabían que corrían el riesgo de reprobar y sentir que no formas parte de la carrera, sumado a la obra en la que participábamos con mis amigas. En 3 semanas el ritmo de mi vida apretó el acelerador y se dispuso a llevarme a muchos éxitos, acompañada siempre de un sentimiento inexplicable que se ha consolidado en ésta última.
Cuando la profesora me aprobó sentí que todo mi cansancio y esfuerzo valía la pena, no sólo por quienes atendí, sino que también por mí. Y cuando le presenté a quién ahora me siento orgullosa de tomar su mano me preguntó si era feliz....y todos me ven así. Y me siento ridícula y tonta, pero al parecer así es. Y todo está tan bien que ni yo lo creo, que a veces espero que en cualquier minuto ocurra algo que me haga despertar de todo esto, pero no, me doy cuenta que la del problema acá soy yo, que no me he dado el tiempo de ser feliz, y ahora que la vida me está mostrando la oportunidad en mis narices prefiero dejarla a un lado por miedo. Sí, miedo. Pero no de volver a sufrir, o quizás sea ese un factor, pero es más el miedo de retroceder en el aprendizaje que apliqué durante estos meses. Sigo siendo la misma en esencia pero aprendí de mis errores y ya no creo en las palabras, sino que en las acciones y en mi intuición. Y sobretodo en esta última que nunca me ha fallado y menos ahora.
Simplemente puedo decir que doy gracias a las oportunidades que me ha dado la vida, por las alegrías, pero debo darle más gracias a las caídas, a los errores, a los llantos y la angustia en el pecho. A la gente que creí que estaba conmigo y que sin embargo a pesar de saber que me va bien, no han dicho nada, ni siquiera un "felicidades". A las personas que inconscientemente me quitaron oportunidades, pero hicieron que tomara unas mucho mejores. A quienes dijeron que me querían y que hoy no los veo por ninguna parte, y lloré y me dolió, pero que gracias a su ausencia hoy tengo en quien confiar, sentirme protegida y compartir todo lo bueno y malo que tiene la vida y más valioso que eso, tenderme la mano para levantarme. Como dijo un sabio conocido: "La universidad, la carrera y las asignaturas son una anécdota, las personas y los lazos que formas en ella son el verdadero tesoro".
Ahora sólo me queda vivir, no apresurarme, esperar que todo siga su curso. Como lección creeré en las sabias palabras de mi mamá. Ahora creo que en todas esas frases cliché. Dejaré que cada sensación fluya dentro de mí, porque aún no contemplo lo rápido que ha sido todo. Y lo gracioso que es pensar que hasta hace 2 semanas decía que había nacido para estar sola y debía conformarme por ello. Hoy lo pongo en duda, y aunque suene tonto me alegra decirlo.
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